• LA SALUD VISTA BAJO UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO


      Cinthya Rico Licona 04 Sep 2013

      LA SALUD VISTA BAJO UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO

       

      Dra. Cinthya Rico Licona

       

           La historia de la mujer como sujeto activo en la movilización del capital humano para la gestión de salud se inicia en el ámbito doméstico-familiar y se remonta a la Edad Media, desde entonces y hasta el presente siglo, las acciones de la mujer en el cuidado y fomento de la salud se han realizado en espacios socioculturales históricamente opuestos: el público y el privado.

           En el espacio privado-doméstico-familiar, la mujer organiza las labores médicas en el marco de una “estrategia general de supervivencia” donde están incluidas las prácticas de alimentación, nutrición, higiene personal, saneamiento básico, recreación, sexualidad y reproducción, entre otras dimensiones que inciden en la calidad de vida de los miembros de la familia y la propia,  constituyéndose en un agente anónimo de la medicina doméstica.

           Este espacio es reconocido como el primer ámbito social de percepción y evaluación del daño a la salud y el bienestar, constituye una estructura de respuesta social organizada a la enfermedad, pudiendo considerarse como un nivel de atención primaria de salud y a la mujer, como su principal gestor.

           Los conocimientos de cura y atención médica que se practican en este espacio, se fundamentan en la experiencia empírica cotidiana, son “saberes” construidos culturalmente carentes de fundamentos científicos marcados por creencias supersticiosas y místicas, y son transmitidos de una generación femenina a otra, unidas por lazos filiales y en el ámbito del hogar.

           Las mujeres extienden sus servicios de atención no remunerados y voluntarios a la comunidad, donde ejercen su influencia en la conducta de salud de sus miembros mediante la educación y promoción de estilos de vida saludables.

      En el siglo XX se produjo un incremento en la representación de las mujeres al optar por ocupaciones de servicios en el campo de la salud, y en la composición predominantemente femenina del personal de asistencia sanitaria.

           En el espacio público donde se realiza la medicina institucional, las mujeres han sido terapeutas y proveedoras de conocimientos profesionales, que paulatinamente han ganado reconocimiento y prestigio social como protagonistas del desarrollo.

           En un país como el nuestro con tradición sexista milenaria, es fácil de comprender que aún exista discriminación de género,  contrario a lo que se pudiese pensar, la discriminación de género se observa en todos los países, a todos los niveles,  Europa y los países del Norte de América no son la excepción.

           La mujer demuestra sus capacidades y habilidades en todos los campos del conocimiento, sin embargo aún quedan rezagos de machismo que obstruyen su carrera hacia el éxito y el reconocimiento. Incluso las mismas mujeres dudan de las capacidades de sus congéneres, cuando prefieren acudir a consultas médicas con hombres pues desconfían de las especialistas o cirujanas.

           La visión de la salud desde el género es imprescindible para el diseño e implementación de políticas públicas de salud, no sólo por un imperativo ético de equidad, sino también porque el género condiciona el perfil epidemiológico de la salud de las personas, el logro de objetivos sanitarios y la calidad  y eficiencia de las prestaciones de salud;  porque la mayor morbilidad que presentan las mujeres  está influida por factores derivados de la manera en que se integran al mercado del trabajo, a espacios de participación y por un mayor estrés e infelicidad que se derivan de condiciones de vida con más vulnerabilidad social. (1)

           Los estudios epidemiológicos documentan diferencias de género en la prevalencia de diversas enfermedades (2) Las estadísticas de salud mental muestran que las mujeres presentan un índice más alto de trastornos mentales que los hombres hecho que traduce presiones psico-sociales a las que están sometidas y a la predisposición de la sociedad patriarcal para clasificar a las mujeres como enfermas mentales. Cuantas veces no hemos tenido en nuestra consulta pacientes femeninos que tienen dificultad para ponerse unas medias por enfermedad de Quervaín o  para ponerse un sostén por patología del hombro que ya han sido valoradas y se les ha aconsejado que de tener problemas no los usen y son también enviadas a valoración psiquiátrica.

           Las relaciones de género inciden y son afectadas por el modelo de atención en salud, porque en las prácticas cotidianas de atención emergen los estereotipos tradicionales de género. 

            Las mujeres consultantes tienden a presentar sus casos relacionando sus síntomas con diversos aspectos de su vida diaria, así como con sus propias opiniones y creencias a propósito de lo que les pasa.

           Los profesionales de la salud enfatizan la objetividad y la separación entre el sujeto que conoce y los objetos que son conocidos, tienden a dirigir la conversación en términos estrictamente clínicos, sin permitir que las mujeres se expresen como ellas desean.

           Entre el médico y la paciente existe una relación jerárquica asimétrica que se agudiza en el caso de mujeres de estratos sociales bajos, situación que explica muchos de los desencuentros que se producen; el género es una categoría transversal, de relación social y política, que opera en múltiples niveles y que afecta cotidianamente las interacciones y comportamientos sociales.

           Asegurar la salud como derecho humano universal involucra una corresponsabilidad social de la educación superior en la formación de capital humano con perspectiva de género; por tanto, la educación superior debe implementar una concepción pedagógica, epidemiológica y social de la salud con perspectiva de género, para comprender el vínculo entre la biología con la dimensión social y los significados culturales de las personas.

           Esta reflexión demuestra que la feminización del sector de la salud no significa necesariamente equidad en la participación ni hegemonía femenina, pero sin duda, la elevada presencia de la mujer en un sector que requiere su capital humano en la relación médico-paciente la práctica de una elevada sensibilidad humana, comprensión, apoyo, afectividad, respeto, aplicar la justicia, saber escuchar, no enjuiciar, entre otros valores y sentimientos que son identificados con la condición del género femenino; son creo yo suficientes para lograr la equidad de género de nuestro entorno profesional.

           Como conclusión expongo: La presencia de la mujer en el ejercicio del poder puede conllevar al ejercicio de técnicas de dirección más democráticas, participativas, solidarias, basadas en el principio de la negociación y la cooperación, la elevada representación en las especialidades médicas de Ginecología, Pediatría, Ortopedia, Traumatología, Terapia Física y Rehabilitación,  permite eliminar o reducir las barreras de comunicación para el cuidado del cuerpo femenino lo que permite una mejor atención.

           Nosotras tenemos el deber de orientar, guiar y educar a las nuevas de generaciones de profesionales de la salud, hombres y mujeres en la tolerancia y aceptación de género, no por una fórmula de poder y ventaja que solo dan los años de antigüedad en los hospitales, sino por la necesidad social de equidad de género para adquisición y conservación de la salud de la población.

       

       Bibliografía

       

      1. Estadística a propósito del día Internacional de la Mujer.

      www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/español/prensa/contenidos/estadísticas/2013/mujer0.pdf

       

      1. Rico, L.C: Prevalencia de Padecimientos Ortopédicos en Pacientes Adultos Atendidos en un Hospital Privado. Act. Ort. Mex. 21 (4) 177-81. 2007

       

    • Cinthya Rico Licona

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